
Sucedió que, llegó corriendo me besó en la frente y se quedó observándome. Le dije, ¿en la frente?. Calló.
Tengo una capacidad práctica, hablar sin parar, aturdo, aburro, genero rechazo.
Pero no sirvió.
(...)
El taxista estaba preocupado, me dijo si necesitaba algo. Nunca había conocido un taxista así, aunque sólo lo recordé al día siguiente, en la enredadera de sensaciones que andaban por allá adentro revolviéndose.
Su cuerpo estaba en medio de la madeja, como atrapado en unos noodles gigantes que yo estaba dispuesta a tragarme a ver si todo pasaba.
(...)
Y pasó... por desgracia.